Lo primero que llama la atención es que las tapas son de cartón del bueno, no de ese reciclado que parece papel engordao a base de hormona del crecimiento. Después te encuentras que hay dibujos en blanco y negro para colorear. Así que con un solo libro puedes leer y relajarte como esa gente a la que le ha dado por colorear los mándalas esos. Doble diversión por el mismo precio. Además la letra del libro es de esa gorda que se lee bien aunque seas corto de vista y lleves dos meses sin pasarle un pañito a los cristales de las gafas. El libro cuenta la historia de un chiquin y una chiquina que cumplen 40 años. Ambos dos tienen unos traumas severos como para tenerlos ingresados unas semanas en la López-Ibor.
Él es un poco macarra y Doctor Honoris Causa del club de Massiel y Ernesto de Hannover, vamos que se bebe hasta el agua de los floreros. El muchacho tiene un hígado que podría flambearse de manera espontánea un día de verano.
Ella es una chiquilla algo pijota y está regañada con la báscula porque cuando se pesa le dice no sé si van dos personas juntas. No va a la playa porque la última vez la cubrieron con toallas húmedas y llamaron al Seprona para devolverla al mar. Vamos, que está un poco ternesca aunque ella prefiere decir que es de hueso ancho. El caso es que a él le da un ‘chungo’ y ve pasar toda su vida por delante en un PowerPoint. Así que tiene una revelación mística y decide que sus días de accionista mayoritario de Destilerias DYC van a pasar a mejor vida. Se deja engañar por un amigo calvo y esmirriado para salir a «runnear» por ahí, que es lo mismo que hace años se llamaba hacer «futing».
Todo es muy moderno y sofisticado menos su «outfit» para la ocasión, que son unas zapatillas J’Hayber y una camiseta de Ron Brugal ganada a base de lingotazos una noche de verano. Ella tiene un alumbramiento en un probador del Corte Inglés, justo cuando la tienen que sacar con fórceps de un vestido que se había probado. En ese momento se da cuenta de que está harta de llevar ropa talla ‘la carpa del Circo Mundial’ y decide dar un giro de 180º a su vida. Así que ni corta ni perezosa se deja el sueldo del mes y media extra de Navidad en el departamento de deportes del citado centro comercial. Todo es muy de lycra ceñida y otros materiales patentados por la NASA aunque ella parezca la protagonista del anuncio de Michelin.
A partir de esos momentos empieza la ‘chicha’ del libro, una serie de aventuras y desventuras donde el chiquin y la chiquina descubren el maravilloso a la par que inquietante mundo del «ranning». Que si prono o supino, que si me duele el soleo o la junta de la trócola, que si el primer día de correr es mejor hacerlo con el 112 marcado en el móvil, que que vergüenza se pasa cuando te adelantan las abuelillas andando por el parque mientras tú echas un pulmón por la boca y todas esas cosas que nadie te cuenta cuando quieren convencerte de lo molón que es correr. Esto, sin duda alguna, es lo que le da calidad al libro.
Los diálogos están muy bien hilados, las descripciones también y los consejos o conclusiones de cada capítulo están a la altura de los mejores libros de autoayuda. Se nota que los autores son gente con estudios y que no se han dejado aconsejar por Belén Esteban ni Ana Rosa Quintana. El libro tiene momentos que te dejan un cosquilleo en las corvas, cierta desazón en la parte baja del píloro y una extraña sensación de desasosiego en el externocleidomastoideo. Nada que no se cure con unos minutos de trote o unas cervezas.
Te gustará este libro si tienes 40 años y corres o si no tienes 40 años y no corres. Si no tienes 40 años y corres es muy probable que también te guste y si no corres y tienes 40 años casi seguro que también te gustará.