Entrevista a José Miguel Sunyer, autor de «Experiencias grupoanalíticas»

V: José Miguel, cuéntanos un poco más de ti…

RE: Esto no se me da. Hice mi carrera profesional en Bilbao y esa experiencia me llevó al terreno grupal. A partir de ahí, me esforcé en entender qué es eso de grupoanálisis; palabrita a la que muchos se adhieren sin más. Eso me animó a seguir estudiando y trabajando en diversos ámbitos, y hasta hoy.

En este recorrido me han acompañado los míos —mi mujer, mis tres hijos y ahora seis nietos—, y unos muy buenos amigos muchos de los cuales están en este libro.

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V: ¿Cómo surge la idea de escribir Experiencias grupoanalíticas?

RE: Uno descubre dos cosas, o tres. Que le gusta escribir, que escribiendo se aprende y que hay que transmitir lo que se aprende: es un deber social. Entonces, cuando en este esfuerzo por aprender y estudiar se mueve un poco por el mundo se da cuenta de algo dramático. Aquí, en nuestra España, hay miles de personas trabajando en grupos… pero se escribe poco, se lee menos y se estudia casi nada.

Siempre he animado a los estudiantes a escribir. Y a publicar. No siempre lo conseguí. Pero sabiendo de la carencia que tenemos, ¿por qué no embarcar a unos cuantos compañeros cuya valía profesional conoces bien a divulgar algo de lo que hacen? Y así nació la idea. Animándoles a poner negro sobre blanco lo que su experiencia profesional les ha enseñado.

Todos ellos con amplio recorrido profesional, nos muestran simplemente lo qué y cómo lo hacen.

V: ¿Qué van a encontrar los lectores en este libro?

RE: Los profesionales que trabajan creando grupos con los pacientes, pueden encontrar esas experiencias. El trabajo con toxicomanías, en la cárcel, con niños con serios trastornos psicóticos, con adultos, con familias… e incluso el desarrollo realizado en la administración. Siempre desde la comprensión grupoanalítica.

V: Cuéntanos en pocas palabras la importancia el uso del grupo como instrumento psicoterapéutico

RE: Cuando se habla de grupo, ¿de qué estamos hablando? Porque normalmente se entiende como una agrupación de personas en torno a alguien; lo que no deja de ser cierto. Pero aquí hablamos de grupos de psicoterapia. Es decir, de un recurso técnico mediante el que los pacientes, convocados por un profesional, hablan y debaten sobre sus problemas y dificultades. Pero, sobre todo discuten sobre las dificultades que tienen entre sí, en el aquí y ahora de cada sesión. Esas dificultades se corresponden a serios problemas comunicativos que tienen y han tenido toda su vida, y que en el fondo son la base de su malestar o su sufrimiento.

Ello significa que los fallos en la comunicación interpersonal están en la base de sus problemas psicológicos; dificultades que se inician, en muchas ocasiones, en los primeros años de su vida. Porque los padres, no siempre somos capaces de establecer con nuestros retoños unas formas de comunicarnos, de captar emociones y de transmitirlas que faciliten el desarrollo emocional. Y no porque no quieran sino porque tampoco ellos han tenido ese aprendizaje. Lo que afecta a las formas de vincularse afectivamente con los hijos, entre ellos, etc.

V: ¿Que lecciones podemos aprender hoy todavía en España del uso del grupo?

RE: ¿En qué plano, en el personal, en el familiar o en el social? Porque estos tres niveles en realidad forman una unidad. Siendo cierto que todos los profesionales de la salud queremos ayudar a que los pacientes mejoren y dejen de ser eso, pacientes, no siempre estamos tan dispuestos a ello. No porque no queramos sino porque el compromiso que se requiere muchas veces es superior a las posibilidades reales que tenemos para ofrecerlo. Porque cuestionar el sistema asistencial —y el del mundo psi más— no reside en criticarlo sin más.

Supone ser capaces de establecer vínculos con el sufrimiento del otro lo suficientemente potentes como para ayudarles a salir de ese laberinto. Pero también nosotros somos limitados y reproducimos muchas de las dificultades relacionales que denuncian los pacientes. Parte de estas restricciones provienen de nosotros mismos, vale. Pero mayormente vienen de todo un sistema de abordaje de lo que llamamos enfermedad mental que no quiere ser cuestionado. Y menos por las autoridades administrativas porque en el fondo lo que buscan es que no se les haga demasiadas cosquillas.

Plantear seriamente el trabajo grupal supone cuestionar una forma de entender la salud diferente. Cuando se prima —que se seguirá primando— su rentabilidad económica no se consideran otros aspectos como el de las relaciones interpersonales. En el fondo ni las autoridades ni muchos profesionales creen en la salud. Piensan que esas dificultades son del individuo y no ven que esa persona forma parte de la sociedad.

V: ¿Hay algún mensaje que te gustaría dar al sector de la Psicología Clínica?

RE: ¿De la psicología clínica, de la psiquiatría, de la enfermería psiquiátrica, de la salud mental en general? De entrada, mucho ánimo. No es fácil ganarse las alubias trabajando toda la vida, a un mínimo de 8 horas diarias con la toxicidad de las relaciones que se establecen con quienes sufren de aislamiento. Porque tampoco los servicios sanitarios ofrecen espacios de desintoxicación —espacios de supervisión y formación continuada— que permita que esa radiación afecte a nuestras familias.  Solemos vivir la orfandad que proviene de las estructuras que solo ven «rentable» la medicación, las cortas estancias y poco más.

La parte más difícil de nuestro trabajo no son los pacientes sino las estructuras administrativas y asistenciales. Y las personas que las sostienen. Es un millón de veces más fácil trabajar con pacientes mentales que con los supuestamente individuos sanos que se suponen sostienen esas estructuras. Porque los pacientes, las personas que sufren agradecen la cercanía, la atención, la dedicación y desvelo. Los no pacientes no. Solo exigen y no dan facilidades. Ante eso solo puedo decir, ¡mucho ánimo!

V: En todo el proceso de escritura, ¿qué ha sido lo más fácil y lo más complicado a la hora de dar forma a Experiencias grupoanalíticas? ¿Aportaciones desde la práctica?

RE: Lo más fácil fue generar la ilusión de crear algo entre todos. Todos ellos, los autores, son gente a la que aprecio mucho y que me siento mi querido por ellos. Y ahí está la parte más complicada. Porque precisamente por este cariño dificultó el decir, por ejemplo, «eso mismo dilo de manera que se entienda». Todos escribimos con la cabeza.

Nuestros escritos se han paseado tantas veces por nuestros circuitos neuronales que cuando los leemos no vemos lo que hemos escrito; solo lo que en nuestra mente está redactado. Entonces, apretarles para conseguir que el potencial lector entienda exactamente lo que les quieres decir, fue difícil. Y, encima, con un tope de palabras. En ocasiones les decía, ¿no ves que eso que quieres decir no se entiende? Porque ciertamente yo sí lo entendía, pero no era el lector habitual. Les conozco y sé qué quieren decir cuando dicen lo que dicen. Pero el lector ajeno, no.

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