Entrevista a Salvador Juan Fernández autor del libro «Dies Irae»

Salvador, cuéntanos un poco más de ti…

Si fuera un poco, te diría que, mentalmente, soy un jugador mediocre y fracasado de baloncesto, que ante ese panorama me matriculé en la Licenciatura en Historia en la Universidad de Murcia y desde 2005 ejerzo como profesor de Secundaria. Aunque ahora en este trabajo solo encuentro desencanto, papeleo, burocracia y pérdida de tiempo, por lo que estoy pensando en un plan B, en un plan alternativo.

¿Qué van a encontrar los lectores en este libro?

Encontrarán reflexiones sobre distintas opiniones, lecturas, himnos que no tienen porque ser generacionales y diversas ideas sobre distintos asuntos. Los primeros textos pertenecen a una etapa de desesperación entre el fin de la carrera y la espera para la vida laboral, que aunque se hicieron eternos, aproveché para estudiar y pensar sobre muchas cuestiones y se materializaron, entre otros escritos, en Campos de Morsas Esféricas. Y también hay meditaciones de los últimos meses sobre libros y series que me obsesionan, y que he reflejado en mi blog. Pero no tengo compromiso a la hora de escribir ni de publicar y tampoco me obsesionan las opiniones ajenas. Tengo muy pocos amigos de verdad, gente conocida con la que paso ratos y no creo que una opinión de otra persona me haga cambiar.

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¿Cómo nace en ti la pasión por escribir?

No sé si llamarlo pasión. No subrayo los libros que leo, pero tomo apuntes de cada libro, de cada canción, de cada serie o película que veo. Al final, todo se exprime, se relaciona, se atomiza y sale un zumo que no siempre es agradable beber. Quizás enfermedad, como cuando veía un partido de baloncesto y hacía estadísticas de todo tipo: el tiempo que en cada jugada tardaban en pasar de medio campo, el tiempo en lanzar a canasta… Un locura todo, un disparate.

¿Cómo surge la idea de Dies Irae?

Dies Irae es uno de los proyectos que de forma paralela tengo en mente, pero hay más. Si algo debemos aprovechar, y no solo es una reflexión postpandémica, es el tiempo. Unos franceses locos, como eran los historiadores de la Escuela de los Annales, se empeñaron en modificar la idea que tenemos del tiempo, y tenemos que medirlo en función de cambios y no solo de duración, pero es una opinión. Tengo montañas de papeles y de archivos en el ordenador que se me acumulan, y no siempre con orden.

¿El título de Dies Irae qué significado tiene?

Como católico practicante, podría hablar de esa ira de Dios como una contestación a un problema concreto, pero es que si algo nos ha enseñado la religión, como todo en la vida, es que todo es mentira. Pero como Samuel L. Jackson en Pulp Fiction, también es necesaria la ira. No hubiera disfrutado en las cruzadas o en Las Navas de Tolosa, pero quizás me lo hubiera pasado bien un buen rato. O en Murat. O en Bouvines, o en cualquier batalla. Y esa ira, con Dios, suena aún mejor. Creo en la venganza. Y mucho.

¿Cómo te decantas por este título para tu libro? ¿Barajaste más opciones además de Dies Irae?

Siglo XIII. En esas tres batallas que acabo de enumerar, por ejemplo, de tres años consecutivos, está el siglo XIII. Y Dies Irae es un himno de ese siglo, y no solo generacional. Y los entierros, los funerales y cada réquiem, dan mucho que pensar. Constantemente. Pero ese día. Tengo centenares de escritos sobre fechas históricas, sobre himnos, sobre libros religiosos, sean mentira o mentira. Algunos están saliendo a la luz, otros los enterré en un huerto de la vieja casa donde viví hasta los siete años, otros directamente se van al guano.  Siempre mentira.

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¿Cuéntanos qué hay de personal en este libro?

Depende la forma y modo de interpretarlo. Hay citas de autores, de libros, de canciones, pero también pensamientos que se han hecho tinta. Como decía Ginés Caballero, el infierno es una cosa muy personal. Siempre es muy personal.

¿Qué te gusta leer? 

Te diría que leo por épocas. O hay épocas en las que leo mucho y otras en las que nada. La lectura, como el baloncesto, es un estado de ánimo. Una profesora de Literatura Universal nos obligaba a hacer exámenes del Quijote todas las semanas. Eso no es bueno, no hay que forzar, así no se disfruta. Voy por autores, y por temas. Hay etapas en las que solo leo ensayo y otras en las que solo novelas. Pero también analizo estadísticas de baloncesto continuamente, eso es a lo que dedico más tiempo últimamente. Y todo está relacionado: cada canasta con cada conjunción, cada pérdida de balón con un buen prólogo, cada triple con un buen capítulo final. Pero también disfruto mucho con artículos de opinión y columnas en prensa diaria.

¿Quiénes son tus autores referentes?

Pues te diría que si tuviera que elegir a uno sería a Miguel Sánchez-Ostiz, que me pareció una revelación, aunque al principio me costó leerlo. Una obra como Las pirañas tiene múltiples visiones distintas con cada relectura. Pero ahora he disfrutado mucho con Jugadores de billar de José Avello. Ahora, como cada final de año, se hacen listas de todo tipo. ¿Diez? Te diría los diez ahora mismo, pero en una hora serían quizás otros diez: aparte de los citados, Bioy Casares, Fran Béjar (Mirando al suelo), Jerome Ferrari, Rosa Belmonte en prensa, releo todos los días a José Perona (Espejos de una biblioteca), tengo recortes de prensa de las columnas de don Manuel Alcántara que releo constantemente, Enrique Rubio y Montero Glez. Pero lo que te he dicho, en diez minutos quizás te diría otra lista con otros díez.

¿Qué es lo que te gusta leer en tus ratos libres?

Disfruto más con las relecturas que con las primeras lecturas. Y con las lecturas de tipos que no han triunfado plenamente en lo suyo, o quizás que han tenido una definición de éxito distinta a la tradicional. Paul Shirley y su colección de artículos de prensa recogidos en ¿Me puedo quedar la camiseta? es un ejemplo. Pero es que no tengo tiempo libre. Voy muchos días a trabajar sin apenas dormir, o sin dormir, porque el horario de deporte norteamericano coincide con nuestra tarde o noche, y leo, por ejemplo, en los tiempos muertos o en los descansos de un partido que empieza en la costa oeste a las tres de la mañana hora española. Y a esa hora, un día cualquiera, una novela policiaca me vale. O al día siguiente, un ensayo. Pero depende del día.

¿Que le dirías a los lectores para que se lleven a casa tu libro?

Tengo una frase apuntada que repito muchas veces: no soy un regalador de consejos ni un zar de la concordia. Cada uno sabe lo que debe leer o dejar de leer. No me fío de consejos ajenos, aunque gracias a algunos he conocido a autores maravillosos. Lo único que puedo decir con seguridad es que Dies Irae ayuda a pensar, a reflexionar, a volver a pensar lo mismo durante horas. O para sacar una opinión totalmente distinta a los cinco días.

En todo el proceso de escritura, ¿qué ha sido lo más fácil y lo más complicado a la hora de dar forma a Dies Irae?

En este, y en otros proyectos paralelos, como en las estadísticas de baloncesto, hay que analizarlo todo. No sé si la palabra fácil es adecuada para la escritura, o si Dies Irae es clasificable o no. Hay días que escribo durante horas y días solo minutos. Leo y tomo nota y escribo lo que se me pasa por la cabeza en un recreo en el instituto, o en el bus camino del trabajo, o en la espera de la pescadería.

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¿Tienes alguna manía a la hora de escribir?

Tengo manías en todos los aspectos de mi vida, por lo que no es algo significativo. Hay días que en silencio no puedo concentrarme, o días que después de cincuenta horas sin dormir solo pienso ir, como Fran Béjar, mirando al suelo.

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