«Mi querido amigo: Me encuentro todavía bajo la honda impresión que me causó tu novela, que contribuyó en gran medida a amenizar mis vacaciones. Inicié su lectura después de terminar el final de la enésima relectura de El Quijote que tenía pendiente. No soy crítico literario, pero tu novela me pareció excelente y muy digna de ser publicada. Me enganchó desde el primer momento. Me admiró tu impecable narrativa, la fluidez y difícil sencillez de tu prosa, la riqueza de léxico, verbos y adjetivos y la propiedad con que los empleas, la claridad de tus descripciones, tus agudos rasgos de humor, tu portentosa imaginación para componer la original trama principal y encadenarla con infinitos relatos accesorios, recuerdos, imágenes, hechos de armas, conmovedores sentimientos…
Me atrevería a considerarla como no exenta de un cierto barroquismo que la adorna y enriquece con volutas e incontables elementos decorativos. Por otra parte la compararía con un Quijote incrustado de innumerables novelas del «Curioso impertinente» perfectamente engarzadas con el tema principal. A veces me parecía estar leyendo una novela de P. G. Wodehouse y otras una de Harry Stephen Keller (El enigma de la Plaza de Whashington, Noches de Sing-Sing, Las gafas del señor Cagliostro…).»
