Manuel Enríquez: «Lo más difícil es hacer humor sin que nadie se ofenda»

Nuestro autor Manuel Enríquez vuelve este verano con un nuevo libro de relatos. Tras publicar Está usted despedido y dar el salto a este género tras sus dos novelas anteriores, Manuel vuelve a sorprendernos con ese humor que caracteriza a sus libros con El vino y los siete pecados capitales.

Este último libro es un libro de evasión que podremos tomar y retomar cuando más nos apetezca sin necesidad de andar recordando detalles de lo que pasó treinta páginas antes, algo que sin duda harán de esta obra el libro elegido por los lectores en sus vacaciones.

Pero para darnos más detalles sobre su nuevo libro os dejamos con el propio Manuel a través de esta entrevista.

viveLibro (V): Manuel, ¿cómo surge la idea de El vino y los siete pecados capitales?
Manuel Enríquez (ME): Cuando yo era pequeño, mi padre me contó la historia de mi tío Aquilino, que Dios guarde. Se trataba de un rico solterón que tenía fincas, palomares y también una bodega en un pequeño pueblo zamorano. Aquilino, que Dios guarde, además de ser tío, soltero y millonario, también era caprichoso, soberbio y orgulloso. Dicen las lenguas, buenas y malas, que medio pueblo no lo soportaba mientras que la otra mitad le odiaba con toda el alma. Un castellano viejo de esos que llevan muchas anécdotas curiosas a lo largo de su vida. El primero de mis siete relatos, el bodeguero Aquilino, el vinatero y el río Valderaduey, cuenta una de estas anécdotas tal cual me fue relatada. Así pues este libro no deja de ser sino un homenaje a este hombre que era mi tío Aquilino, que Dios guarde y su soberbia.

Después de escribir sobre el vino y la soberbia, el resto de pecados capitales me vino de corrido. Me lo dijo Omar, un buen amigo mío: “En eso de escribir sobre el vino y sobre pecados, eres todo un experto, Manuel”. Espero no defraudar ni a Omar ni al resto de mis lectores.

V: ¿Qué van a encontrar los lectores en este libro?
ME: Siete relatos. Siete relatos en los que el vino se relaciona de forma más o menos sutil, con todos y cada uno de los pecados que los curas me hacían estudiar en el Catecismo del padre Ripalda. Cada relato, un estilo, una temática, cada relato un tamaño y en todos un final sorprendente.

V: El vino y los siete pecados capitales es tu segundo libro de relatos junto con tu anterior obra Está usted despedido, ¿qué une y qué les une y qué les separa?
ME: Creo que era Maupassant el que decía que en un cuento no tenía porque estar incluido el final. Sencillamente basta con presentar el planteamiento. Con mis respetos a don Guy, yo discrepo de esta opinión. Eso de presentar una trama y que luego sea el lector el que haga el trabajo más difícil a la hora de concretar el final, no me parece ni medio bien. Quizás suene a herejía pero discrepo con él. Si convenzo a alguien para que compre uno de mis libros de relatos, no le puedo dejar con la sensación de sentirse estafado.

Imaginemos que estamos en los juegos olímpicos, carrera de 100 m lisos. Los atletas se colocan en la salida, suena el disparo, todos se lanzan a correr y diez metros antes de la llegada se detienen y por los servicios de megafonía del estadio te dicen que cada espectador puede decidir cómo termina la carrera. Creo que eso no le gustaría a nadie.

Los cuentos tienen que tener su final y, si es necesario, incluso con “foto-finish” para que el lector sepa con toda claridad cuál es el desenlace del cuento, quién ganó la carrera. Ese, quizás, sea el nexo de unión entre ambos libros, entre todos mis relatos. En cuanto a las diferencias, las hay y muchas. Desde el planteamiento inicial de ambas colecciones hasta los temas que en ellas se tocan, el lector podrá apreciar cambios importantes. En cualquier caso nadie saldrá defraudado… espero.

V: ¿Por qué decides escribir siete historias diferentes? ¿Están relacionadas entre sí?
ME: El siete es un número mágico muy usado por los astrólogos desde la vieja Mesopotamia. Siete son los pecados capitales, siete las virtudes correspondientes, siete los días de la semana, los niños de Écija, los enanitos de Blancanieves, las siete novias para los siete hermanos, los magníficos de la película del oeste y los colores del arco iris. También los años que me quedan para terminar de pagar la hipoteca de mi casa. Tenían que ser siete los cuentos. No había otra posibilidad y lo he demostrado.

V: ¿Por qué crees que el vino ha sido considerado desde ya los antiguos griegos como una bebida sagrada?
ME: Antes que los griegos, el vino fue descubierto por los judíos. Ya Adán y Eva se tapaban las vergüenzas con una hoja de parra. Poco después, Noé se emborracha y se queda en peletes delante de sus hijos. Cam se avergüenza de él y, según algunos estudiosos, le pone mirando a Babilonia. Desde entonces, el vino ha sido parte importante en nuestra civilización. Con él brindamos para desear felicidad y con él ahogamos las penas. Luego vino lo del kalimocho pero eso ya es otra historia.

V: ¿El vino saca lo peor o lo mejor de nosotros?
ME: El vino potencia nuestras virtudes y defectos. Al bueno lo hace más bueno y al malo, más malo. Suelta la lengua al parlanchín y hace llorar al deprimido. Decían los romanos: “In vino, veritas”. Nosotros lo hemos traducido por los niños y los borrachos siempre dicen la verdad. Yo también lo creo.

V: ¿Qué es lo más difícil de escribir humor?
ME: Hay muchos tipos de humor y no todo el mundo lo percibe de la misma manera. Así como una novela de esas romántico-lacrimogénicas puede hacer llorar a cualquiera, con el humor no pasa lo mismo. A muchos les encantan los chistes de pedo, caca, pis, mientras que otros ni siquiera se sonríen con ellos y prefieren un humor transgresor, negro o de cualquier otro tipo. De todas formas, en el momento actual, lo más difícil es hacer humor sin que nadie se ofenda, manteniendo en todo momento lo políticamente correcto. Francamente, creo que a veces nos la cogemos con papel de fumar.

V: ¿Qué les dirías a los lectores para animarles a leer El vino y los siete pecados capitales?
ME: Lo primero es que es una lectura entretenida, un libro de evasión que podremos tomar y retomar cuando más nos apetezca sin necesidad de andar recordando detalles de lo que pasó treinta páginas antes. También que, desde el punto de vista operativo es fácil de llevar. Es Un libro cómodo para que nos acompañe durante nuestra espera en el aeropuerto o en una tarde de playa sentados debajo de una sombrilla. La portada está diseñada por Fabiola A. Lorente Sorolla. ¿Os suena el apellido? Pues sí, por ahí va. y además… ¡qué coño! Es un libro barato. ¿Alguien te da más por 10 euros?

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