Entrevista a Jorge González Guadalix autor del libro «Café y rosquillas con la señora Rafaela»

Jorge, cuéntanos un poco más de ti…

Soy un sacerdote de Madrid, de 66 años de edad, y actualmente ejerzo de párroco en tres pequeños pueblos de la Sierra Norte: Braojos, Piñuécar y La Serna del Monte.

¿Qué van a encontrar los lectores en este libro?

Sentido común, anécdotas, historietas y la sabiduría de una mujer de pueblo que, en charlas distendidas con un servidor, se despacha a placer hablando de lo humano y lo divino, sobre todo de esto último. La señora Rafaela encarna la sensatez y un hablar directo y claro como buena serrana que es, a la vez que acompaña sus reflexiones con un excelente sentido del humor.  

¿Cómo nace en ti la pasión por escribir?

Escribo desde niño. Quizá lo que más me ha motivado fue el hecho de comenzar a escribir en las redes hace ya bastantes años, casi un pionero. Soy bloguero desde haca más de quince años y escribo con bastante frecuencia, no menos de dos o tres post por semana. Empecé como bloguero “por libre” y llevo ya diez años alojado en Infocatólica donde mantengo el blog “De profesión cura”. La respuesta de mis lectores es lo que me sigue motivando para continuar escribiendo cosas.

¿Cómo surge la idea de Café y rosquillas con la señora Rafaela?

La señora Rafaela es un personaje muy interesante que de vez en cuando aparece por el blog. Su sentido común, su facilidad para ver con claridad las cosas aparentemente más complejas, así como el no tener pelos en la lengua, ha hecho de ella en el blog un personaje imprescindible que de vez en cuando asoma para dejar unas cuantas cosas claras. Sus historias con su amiga Joaquina, las peleas con el cura de su pueblo, don Jesús, son todo un tratado de educación, buen hacer, generosidad y teología de la buena. Un día me pareció que las cosas que hablamos los dos, bien merecerían reunirse en un libro.

¿El título de Café y rosquillas con la señora Rafaela qué significado tiene?

He sido cura de pueblo muchos años. En el pueblo tomar un café en una casa, probar las rosquillas de Rafaela, Juana, Luisa… es algo muy habitual. Uno recuerda esos cafés, esa mesa camilla, tantas charlas… y entendí que por ahí debía ir la cosa. El libro recoge las conversaciones que mantengo con Rafaela, tantas veces en su casa, en esa mesa camilla con café y rosquillas de las buenas, aunque ahora ya maneje la tablet.

¿Cómo te decantas por este título para tu libro? ¿Barajaste más opciones además de Café y rosquillas con la señora Rafaela?

Estuve barajando más títulos, como es natural. Pensé en un principio que fuera “El catecismo de la señora Rafaela”, porque en definitiva era contar cómo ve ella las cosas, sobre todo en lo tocante a su fe católica, de mujer de parroquia de pueblo de toda la vida, pero se me hacía demasiado pretencioso. El café y las rosquillas son algo más nuestro.

¿Cuéntanos qué hay de personal en este libro?

Más de lo que parece. Salí del seminario creyendo que sabía algo. Y sí, lo sabía: mucha teoría, mucho estar al día, mucho lo último. Un día, tras años de trabajar pastoralmente en Madrid, de pensar que sabía algo y que yo era el señor cura, con más estudios que nadie, aterricé en dos pueblos: Guadalix de la Sierra y Navalafuente. Allí empecé a conocer a las primeras Rafaelas, que sin tantos estudios sabían de Dios, de la vida, de amar al prójimo y darse a los demás más que yo desde luego. Esas Rafaelas me enseñaron a ser cura, a cuidar, a descubrir la profunda fe de los sencillos. Regresé a Madrid, pero nunca me separé de Rafaela. Cuando hace cuatro años volví a la pastoral rural, descubrí que, en realidad, lo que más me había influido en mi vida sacerdotal eran esas Rafaelas, con las que he vuelto a encontrarme.

¿Qué te gusta leer? 

Depende. Un poco de teología, como es natural. Fuera de eso, me encanta la novela de misterio, policiaca y relatos históricos.

¿Quiénes son tus autores referentes?

He leído mucha novela del XIX y XX. Baroja, Unamuno y Galdós son maestros intemporales. Los libros de don Camilo, de Guareschi, son de lectura cotidiana. Pérez Reverte me encanta, y me lo he pasado en grande, por ejemplo, con Dolores Redondo o Isabel Allende.  

¿Qué es lo que te gusta leer en tus ratos libres?

Una buena novela policiaca, sin desdeñar los grandes betseller del momento. Creo que me he leído casi todo de Ken Follet y me encantan las historias con médicos por medio: Robin Cook.

¿Que le dirías a los lectores para que se lleven a casa tu libro?

En estos tiempos de postureo, frases hechas y un acomodarse a lo políticamente correcto, Rafaela te despierta con un jarro de agua fría lleno de verdades de siempre, cosas de toda la vida y un par de interrogantes que de dejan de piedra. Eso sí, con una rosquillita para pasar menjor el trago. Les digo también que yo me he reído mucho escribiendo.

En todo el proceso de escritura, ¿qué ha sido lo más fácil y lo más complicado a la hora de dar forma a Café y rosquillas con la señora Rafaela?

Lo más fácil, quizá pensar en Rafaela, mis Rafaelas, y ver cómo sus reflexiones surgían de lo más natural. Quizá lo más complejo organizar tantas historias y tantos recuerdos para que tuvieran alguna lógica.

¿Tienes alguna manía a la hora de escribir?

Ninguna especialmente en la forma de hacerlo. Utilizo mi portátil y mi mesa dedespacho en casa. Más que manía una forma de escribir, y es que, aunque en el fondo diga cosas que pueden ser muy serias, no sé plasmarlas en papel sin humor e incluso ironía en ocasiones. No me sale escribir en serio.

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