Entrevista a María Nieto Díaz autora del libro «Lo que pudo haber sido, lo que es, lo que nunca será»

María, cuéntanos un poco más de ti…

Pues soy coruñesa, tengo 42 años, soy la mayor de tres hermanos, estudié periodismo en la Complutense, y comencé a trabajar como periodista en el año 2000. Crecí rodeada de libros, porque mi padre era un gran lector, y mi padrino y mis tíos son también muy amantes de la literatura, así que sumergirme en las historias que encontraba en los libros forma parte de mi desde siempre. Comencé a escribir muy jovencita: cuentos, poemas, incluso alguna pequeña obrita de teatro. Algunos de mis textos recibieron premios literarios, pero, aunque nunca he dejado de escribir, dejé de mostrar a los demás mi trabajo más personal y me centré durante años en la parte profesional, con artículos, columnas de opinión y reportajes, o con ensayos incluidos en algunos libros de varios autores. Me ha costado mucho perder el miedo, el vértigo a enseñar esta parte más personal de mi forma de escribir, pero supongo que todo llega en algún momento.

¿Qué van a encontrar los lectores en este libro?

Un salto al vacío, y, al mismo tiempo, un espejo. Las sensaciones, los sentimientos y los momentos que recoge este libro son tan universales como personales, todos hemos sentido en algún momento de nuestra vida esas cosas, porque la pasión, el deseo, el miedo, la incertidumbre, la inseguridad, el amor y el desamor, la tristeza y la renuncia son parte de todos nosotros.

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¿Cómo nace la idea de escribir un libro de poesía?

En realidad nunca ha existido esa idea como tal. Los poemas de este libro nacieron en momentos muy diferentes de mi vida. Algunos tienen más de 20 años, otros son actuales. Me di cuenta, reorganizando el archivo, de la conexión que existía entre todos ellos, del hilo conductor que los unía: todos hablaban de la vulnerabilidad a la que nos somete el amor -o el desamor-, en cualquiera de sus formas. Me di cuenta de que podían leerse como parte de la misma historia, y decidí ordenarlos, no en cronológicamente, sino como parte de un todo global. Así nació Lo que pudo haber sido, lo que es, lo que nunca será.

¿Cuéntanos qué hay de personal en este libro?

Todo, y nada a la vez. Todos los poemas son parte de mi, de cómo he vivido diferentes etapas y relaciones en mi vida, en parte por eso me ha resultado tan difícil decidirme a publicar. Es como si me abriese una cuenta en Instagram o en tiktok y lo primero que publicase fuese una foto desnuda. Es raro, me hace vulnerable, y da miedo, pero, al mismo tiempo, una vez que los poemas son públicos dejan de ser míos y pasan a ser de quien los lee. Soy muy consciente de lo universal que es todo lo que cuento, y esa idea de que quien lea los poemas pueda verse en ellos como protagonista directo me gusta.

¿Qué tipos de libros te gusta leer? 

Soy omnívora como lectora, de la misma forma que lo soy como melómana, y puedo pasar de Nickolas Butler a Nieves Abarca, de Domingo Villar a Louise Cooper o de Catlin Moran a Tallón sin ningún reparo. Depende mucho del momento y de la etapa que esté pasando en ese momento. Soy muy fan de la novela negra y de los relatos de terror, cuanto más oscuro y perverso, mejor, pero no soy capaz de resistirme a un drama romántico -de nuevo, cuanto más perverso, mejor-, o a una buena historia de fantasía. ¿Por qué poner límites, si puedes tenerlo todo? Eso sí, soy de esas lectoras implacables, si un libro no me gusta, si no me engancha, lo dejo. No tengo tanto tiempo como para perderlo con algo que no me está llenando, y probablemente ese libro y ese autor merezcan una mejor lectora, capaz de apreciarlos correctamente.

¿Quiénes son tus autores referentes?

No tengo sentido de la medida, así que en mi biblioteca conviven novelas de terror y novela negra de lo más sangriento con las historias más románticas. Es probable que el autor más recurrente en mi vida sea Stephen King, pero soy también una reincidente de Pierre Lemaitre, Mariana Enríquez o Murakami. Supongo que ese gusto por lo oscuro y lo perverso lo he llevado también a mi parte más vulnerable, me enamoré de la literatura romántica con las Brönte, y mi última pasión en ese terreno es Elisabet Benavent.

¿Qué te llama la atención de la poesía?

Su musicalidad. La música es muy importante para mi, y la poesía me permite jugar con la sonoridad de las palabras de una forma diferente, crear sensaciones más allá del propio discurso.

¿Que le dirías a aquellos lectores que quieran adquirir el libro?

A los que ya tienen claro que quieren adquirirlo solo me queda darles las gracias. Que alguien confíe en ti, en tu trabajo, cuando nunca antes he publicado nada que no sean columnas de opinión, artículos o reportajes es, sin duda, toda una responsabilidad, pero sobre todo un honor. Y a quienes no lo tengan claro, les diría que este libro es, sobre todo, un reflejo de lo que todos nosotros somos en algún momento de nuestra vida. Y saber que todos hemos estado ahí puede ser muy útil para aprender a manejar las sensaciones.

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En todo el proceso de escritura, ¿qué ha sido lo más fácil y lo más complicado a la hora de dar forma al libro?

Perder el miedo, esa es la verdad. Escribir estos poemas fue algo fácil, instintivo, casi visceral. Y las correcciones posteriores tampoco fueron complejas. La estructura del libro nació de forma natural, y el proceso fue gratificante, casi liberador. Pero abrir las ventanas para que entrase el aire y enseñar el texto a esos “lectores piloto”… eso fue duro, muy duro. Probablemente lo más duro que he hecho en  mucho tiempo, sin contar, claro, ese momento de dar el paso de publicar.

¿Qué manías tienes a la hora de escribir?

Depende muchísimo de lo que esté escribiendo. En los artículos y las columnas soy escritora diurna, por ejemplo, mientras que para la novela o el relato soy mucho más productiva de tarde. Pero hay algunas manías que sí son constantes: siempre escribo con música de fondo, prefiero la luz natural a la artificial, me gusta tener algo que beber mientras escribo -té, café, agua muy fría…-, me gusta encender una vela aromática en el escritorio, y no corrijo los texto shasta que no están terminados. Si es un poema, dejo pasar semanas, a veces meses o años antes de volver a tocarlo. Cuando es un artículo, unas horas.

Si es una novela, dejo unos días o unas semanas antes de volver a un capítulo para corregirlo. Soy una escritora visceral, hay gente que escribe con el cerebro, que medita, estructura, hace borradores y esquemas… hay otras personas que escriben con el corazón, que repasan con mimo y con cuidado. Yo escribo con las tripas, dejo que sean ellas las que hagan el trabajo.

¿Tienes alguna otra idea en mente para futuros títulos?

Estoy terminando la que, espero, sea mi primera novela -me suena tan ambicioso que me parece hasta ridículo decirlo-. Y mientras, claro, sigo publicando como articulista y como colaboradora en diferentes medios y en libros de varios autores.

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